Total Pageviews

Thursday, April 28, 2011

Los felices sesenta

En una Habana finisecular, once personajes cuyo cordón umbilical es un destartalado edificio del este de la ciudad y las antiguas relaciones entre algunos de los miembros del grupo, narran una trama que se hilvana a si misma, sin necesidad de un demiurgo, en la que se cuentan las pequeñas nadas cotidianas de los cubanos de a pie, apilados en un universo frustrante, concentrados en la lucha por la supervivencia. Acuden a sus recuerdos para evaluar cómo han llegado a su miseria existencial y a la degradación material.
Con una prosa eficiente, aunque a ratos notarial, Mirta Yáñez, en Sangra por la herida, no sólo se atreve a presentar un panorama desolador de la realidad cubana sino que además se atreve a mirar con ira al pasado, desmitificando la supuesta época dorada de los años sesenta. Liberando a la memoria de la cárcel de la nostalgia, uno de sus personajes, “Gertrudis”, la lesbiana feroz, advierte: “Ahora la han cogido con eso de “¡qué lindos fueron los años sesenta!”. Díganmelo a mi. Como si todo aquel tiempo hubiera sido pura diversión, la gente se pone a cantar Imagine y aquí no ha pasado nada... Oiganme, ¿nadie se acuerda o no se quieren acordar?” ¿Resentimientos? Cómo no. Los muertos son los únicos que no pueden tenerlos.” Y aunque luego enumera toda una serie de lugares en los cuales se podía disfrutar a plenitud la noche habanera, más adelante enumera las prohibiciones y las persecuciones que se practicaban contra todo aquel que decidiera ejercer su carácter único, las “desviaciones”, la “dudosa moralidad” todos aquellos delitos que se imputaban con el derecho que otorgaba la elevación del chisme a nivel de instrumento de poder. Señala: “Durante esa década florecieron las prohibiciones” y aunque se centra en el ambiente intelectual y universitario, apunta: “No sólo el pelo largo masculino era motivo de discusión en asambleas...de los Jóvenes Comunistas, también la virginidad de “las hembras”, ¿se acuerdan? Cuando alguna la perdía y gracias a un chivatazo se hacía público su extravío, lo más seguro era que le costara la beca y, según los agravantes, incluso hasta los estudios.” Y sigue: “Acuérdense, no se podia usar minifalda ni espejuelos negros, ni practicar yoga, ni colgarse crucifijos, ni gorras de pelotero del “Habana” o del “Almendares”...”
También, los personajes mas viejos, hacen un recuento de la década de los cincuenta y particularmente de las desaparecidas amenidades del barrio chino. Los setenta se presentan como “los aburridos años setenta”. Las historias más interesantes son las de Martín, el novelista frustrado con pánico a la página en blanco, su ex-esposa María Esther, Hermi, la hippie que trabajaba en la CMQ y luego pasó al ICR y al teatro para quedar trasquilada por su “diversionismo ideológico” y Daontaon, la china joven e ignorante que ocupa un cargo de resuélvelo todo en una casa de la cultura de los noventa.
Los personajes conviven con el recelo mutuo, las sospechas, las secretas intenciones, los pequeños placeres y la escasez material, sin ser representativos de nada. Yáñez evita con mucha habilidad el significativismo tan presente en la mayoría de las piezas literarias contemporáneas, insuflando a sus personajes de vitalidad, si bien es una vitalidad extenuada, concentrada en alcanzar el minuto siguiente. En medio de todo esto se desarrolla una pequeña intriga criminal debido a la desaparición de una mujer que se había casado con un francés misterioso y también se cuentan las anécdotas de extranjeros que fueron míticos para el imaginario de entonces como Liudmila, “que llegó a Cuba como tantas, detrás de un joven mulato que conoció cuando éste pasaba un curso de ingeniería hidráulica. A los pocos años se aburrió de ella, sin embargo, Liudmila decidió quedarse...tenía problemas en su lejana casa: un apartamento minúsculo, muchos hermanos, cuñados, sobrinos y hábitos severos de conducta. Aquí vivía con su estilo...a tres pasos del mar. Disfrutaba de bonos para comprar en la tienda del Focsa productos ya exóticos como carne y queso...Bulgaria quedaba remota...allí ella era una más del montón y aquí se había transformado en ‘La búlgara que echaba las cartas’, ‘la extranjera’, la única, o casi”.
Mirta Yáñez (La Habana 1947), ha ganado tres veces el Premio de la Crítica. No conozco su obra anterior, pero con esta novela en la cual mantiene sagazmente un tono de tragicomedia menor, ha logrado una obra que puede bien ocupar su modesto pero imprescindible lugar en las “novelas de la revolución”. No hay una grandiosa intención de una critica al sistema (nunca se hubiera publicado en Cuba), pero ha llamado a contar al pasado como yo no había visto antes en ningún libro editado en Cuba, sobre todo tocando un período sagrado para la memoria histórica de los utopistas trasnochados.

Sangra por la herida.  Autor: Mirta Yáñez. Ediciones Unión. Editorial Letras Cubanas. La Habana 2010.

Roberto Madrigal

Thursday, April 21, 2011

La mala escritura de los dictadores

Quizá hipnotizados por el retumbar de sus propias palabras, casi todos los dictadores, sobre todo los de corte totalitario, han incursionado, con mas penas que glorias, en el campo literario. No se puede olvidar que la arenga política ante multitudes hechizadas, amontonadas en plazas de espacios interminables, es su arma favorita en tiempos de agitación.
En un número reciente de Foreign Policy (8 de abril, 2011), la editora asistente de dicha publicación, Suzanne Merkelson, pasa revista a algunos ejemplos curiosos de las aventuras literarias de varios sátrapas.
Moammar Gadaffi, conocido autor de El libro verde, escribió un libro para niños titulado Escape al infierno, uno de cuyos cuentos se titula El suicidio del astronauta y trata sobre un astronauta que tras pasar un largo tiempo en el espacio regresa a la tierra y al sentirse incapaz de ajustarse a la normalidad de la vida, se suicida. Los críticos describen su prosa como “una incoherente corriente de la consciencia”. Robert Humphreys debe estar revolviéndose en su tumba.
Saddam Hussein fue también un novelista de gran venta y fue traducido incluso al japonés. Su primera novela, Zabiba y el Rey, publicada en el año 2000, acontece en Irak, en el mismo periodo histórico de Las mil y una noches. Trata sobre una hermosa mujer que se enamora locamente de un rey llamado Arab y ella le enseña acerca del Islam y de cómo dirigir su país. He aquí un pasaje de dicha obra que ilustra la calidad estilística de Hussein: “Hasta un animal respeta los deseos de un hombre si quiere copular con él. ¿Acaso la osa no trata de complacer al pastor cuando lo arrastra hacia las montañas, como sucede en el norte de Irak? Lo arrastra a su guarida para que él, obedeciendo su deseo, copule con ella.” La prensa iraquí alabó en su momento la obra y el Teatro Nacional de Irak montó un musical basado en ella, que fue considerada la mayor producción musical hecha en el país. Por suerte para nosotros, Sasha Baron Cohen (Borat), compró los derechos y actuará, en el rol del rey Arab, en la producción hollywoodense The Dictator, que supuestamente se estrenará en mayo de este año. La sinopsis de producción dice que trata sobre “la heroica historia de un dictador que arriesgó su vida para asegurar que la democracia nunca entraría al país que oprimió con tanto amor”. Debe añadirse que Hussein daba los toques finales a una novela la noche antes de la invasion americana.
El prolifico dictador norcoreano Kim Jong Il dice haber escrito ¡1500 libros! Como reconocido cinéfilo, tiene varios tratados sobre cine. En uno de ellos La dirección en el cine describe la conexión entre la idea Zuche y la dirección cinematográfica en los siguientes terminos:”El factor básico en la dirección cinematográfica es trabajar bien con los técnicos, los artistas y el personal de producción que están directamente implicados en la filmación. Este es el requisito esencial inspirado en la idea Zuche del sistema de dirección…el director se convierte en el comandante del grupo creativo y echa adelante el trabajo…dando precedencia el trabajo politico…”.
El Comandante en Jefe, que no está incluido en el artículo que he citado,  se ha limitado mayormente al estilo socrático y no ha sido hasta recientemente, con sus “reflexiones” que ha tomado la pluma para dirigirse al pueblo. Sin embargo, aunque no ha escrito textos directamente, ha tenido quien lo cite y disfruta de los exergos de su oratoria, que luego surgen como lemas categóricos en afiches y murales. Algunos ejemplos de sus frases inmortales: “Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla”, o: “No puede concebirse a Cuba sin sus puertos y sus mares” que adornaba la entrada al MInisterio de Marina Mercante y Puertos en los años 70. En el libro Biografía a dos voces, escrito por Ignacio Ramonet, Castro se ufana de haber descrito a Martí como “Una catarata de ideas en un arroyo de palabras”.
En la Autobiografía de Federico Sánchez, Jorge Semprún hace la mejor crítica que he leido sobre el discurso castrista, cuando al observarlo y escucharlo en el Primer Congreso del PCC anota: “…comenzó su discurso y a los diez minutos ya estabas hasta la coronilla de tanta castellana retórica; y es que Fidel Castro, en un país de campesinos y razas mezcladas, hablaba la lengua del Imperio, la lengua de la burguesía colonial española:…se te antojaba que era la retórica del poder populista, que no podia, ni tal vez pretendiera, suscitar comprensión cabal, sino tan solo adhesion fervorosa y admiración de los de abajo…”. Su escritura reciente no se aleja de este modelo, así en su “Reflexión” del 21 de marzo de 2011, comienza: “Mientras los reactores siniestrados despiden humo radioactivo en Japón, y aviones de monstruosa estampa y submarinos nucleares lanzan mortíferas cargas teledirigidas sobre Libia…”. O una semana antes el 14 de marzo, escribe: “Si la velocidad de la luz no existiera; si la estrella más próxima a nuestro sol no estuviera a cuatro años luz de la Tierra, único planeta habitado de nuestro sistema; si los OVNIs existieran de verdad; los imaginarios vistantes al planeta seguirían viaje sin comprender las cosas de nuestra sufrida humanidad”. Hay muchos otros ejemplos, pero mi capacidad de masoquismo es limitada y me resisto a seguir hurgando o a seguir citando.
No se puede decir que sean mejores gobernantes que literatos, porque ni eso, son solo mejores opresores. Para gobernar en su estilo no se requiere la honestidad intelectual necesaria para hacer buena literatura, para no hablar del talento artístico. Concluyo en coincidencia con Padilla, que bien dice en La canción del juglar: “General, yo no puedo destruir sus flotas ni sus tanques/ ni sé que tiempo durará esta Guerra;/ pero cada noche alguna de sus órdenes muere sin ser cumplida/ y queda invicta alguna de mis canciones”.

Roberto Madrigal

Sunday, April 17, 2011

Del cine americano

La década de los años 50 es el momento de consolidación de la hegemonía imperial americana y el cine es el medio principal en el cual se reflejan los sueños y aspiraciones de los nuevos césares.
En El regreso de la ballena, Santiago Rodríguez (Guantánamo 1940), analiza, comenta y desmitifica las diez mejores películas americanas exhibidas en cada año de este periodo. No se limita a cien, sino que hace consideraciones al respceto de otra generosa decena de algunos filmes que no cupieron en la lista. La selección se basó en un criterio bastante amplio y no estrictamente atado a valores estéticos. En su prólogo, Rodríguez señala: “Nada mejor para ilustrar, desnudar esta década, que la presentación y valoración de lo más significativo (no necesariamente lo mejor desde el punto de vista artístico) que se exhibió cada año. La selección para los Oscares, el criterio de la prensa extranjera...la participación en festivales internacionales...son termómetros de referencia en la confección de esta lista, sin olvidar las numerosas revistas especializadas que inundaban los estanquillos. Y una de ella Who’s Who in Hollywood...la que en sus páginas iniciales abría con las “10 mejores películas del año”, ya sea por calidad artística, actuación sobresaliente, o popularidad y ganancias recibidas, la que mejor se adaptó a la selección que aquí presentamos.”
El producto de su minucioso trabajo investigativo y su subsecuente labor de creación, ya que a veces al leerlo se reinventan los filmes, es un libro que reune dos elementos que generalmente no aparecen juntos: erudición y amenidad.

El regreso de la ballena. Autor: Santiago Rodríguez. Término Editorial, 2011. Pronto estará disponible en varias librerías de Miami y en Amazon. Puede ya obtenerse contactando al autor a Chago2834@aol.com

Roberto Madrigal

Wednesday, April 13, 2011

El jardín de los senderos que convergen

Aparte de los problemas del poco margen que la censura permite a los cineastas cubanos para que maniobren con sus temas, en un medio que por su alcance masivo es probablemente el mas rigurosamente vigilado en un sistema totalitario, el cine cubano tiene otro gran problema: los autores confunden lo importante con lo trascendente y lo solemne con lo grandilocuente. Es una trampa en la cual caen quizá por las pocas oportunidades que se ofrecen de filmar, por lo que resuelven hacer su Gran Obra de un solo golpe pero sin porrazo, en su primer intento. De ahi hay sólo un pequeño paso a la pretenciosidad desmedida y a la mala calidad artística. Todos quieren ser los primeros en “decir algo”, en hacer, muy solapadamente, la crítica atrevida al sistema, pero todo casi siempre termina en un pequeño pataleo intelectual. En general, son las comedias o melodramas sin más ínfulas, las que terminan mostrando con mas agudeza los aspectos más grotescos de la realidad cubana y pasan un poquito de gato por liebre al apetito del censor.
Esta trampa la sortea bastante bien Gerardo Chijona (Adorables mentiras, Un paraíso bajo las estrellas, Perfecto amor equivocado), experto hacedor de eficaces comedias menores, con su reciente Boleto al paraíso. Pudo fácilmente haber intentado cruzar el campo minado del drama social, pero se limitó al drama individual de los personajes y a través de éste se permite tejer una trama eficiente evitando los aspectos coyunturales que tanto cautivan a los directores del cine cubano.
Basado en el texto Confesiones a un médico (Casa Editora Abril, 2006), del doctor Jorge Pérez Avila, quien fuera por doce años director del Sanatorio (mas conocido por Sidatorio) Santiago de las Vegas, en el cual se incluyen un par de docenas de historias reales de pacientes de la institución. Cuenta Chijona que Pérez Avila le mostró el manuscrito hace unos años y el vio la posibilidad de una película. Al cabo del tiempo, ya publicado el libro, seleccionó dos historias y las convirtió en ficción.
Eunice (Miriel Cejas) huye del acoso sexual de su viudo padre (Luis Alberto García) y en su camino desde un pueblo villaclareño hacia ninguna parte, se encuentra con Alejandro (Héctor Medina), un friqui que le cuenta que va con sus amigos a un concierto de rock en La Habana. La modosita Eunice se les une, para horror de los amigos de Alejandro, y por supuesto se enamora de éste. En su vía crucis se tropiezan con un taxista depravado, que pide a las muchachas que para darles un aventón, les deje oler sus blúmers para él masturbarse en su presencia mientras éstas le gritan groserías. Pasado el intercambio de lujuria corrupta, el taxista (en una breve pero apta aparición de Alberto Pujol) se solidariza con la aventura de los jóvenes. Tras una breve separación cuando Eunice para en Matanzas en la casa de su hermana, donde se le vuelve a aparecer el padre y tiene que salir huyendo de alli, los jóvenes vuelven a reunirse y Alejandro le cuenta el verdadero motivo del viaje, que es encontarse con una amiga infectada de SIDA y ya paciente del sanatorio, para acostarse con ella y a su vez contaminarse, que es la única salida que Alejandro ve a su situación familiar y social. El sanatorio, piensa, le proveerá al menos techo y comida.
Llegados a La Habana, Chijona nos adentra un poco en el mundo de los friquis y otros descastados. El filme se pasea por conciertos de rock metálico, en donde sucedáneos de Metallica y de Iron Maiden ladran para placer de los headbangers locales. La cámara se mueve por ambientes desolados en los cuales habitan los desposeidos y se muestra una realidad poco vista fuera de Cuba. La fotografía de Raúl Pérez Ureta (Suite Habana) retrata estos paisajes desolados y sórdidos, con unas tonalidades oscuras que hacen pensar que estamos en presencia de unos personajes de Fassbinder que se hacinan en un panorama de Béla Tarr narrado por Douglas Sirk. Sin embargo, el uso de la banda sonora hace que a veces la película parezca formar parte de un cine envejecido y ya demasiado trillado, pero en este melodrama, Chijona evita el melodramatismo, dejando que la trama se exprese por si misma. También evita, astutamente desde todo punto de vista, la indagación social.
Eunice se cobija por un tiempo en la casa de una friqui que a su vez se gana la vida como jinetera y la enrola brevemente en su trabajo, con lo cual Eunice termina en una estación de policía de la cual logra escapar en medio de una bronca entre arrestados. Finalmente se rencuentra con el ya infectado Alejandro y tras acostarse queda a su vez no sólo contagiada, sino también embarazada. Alejandro muere (su muerte no se enseña) y Eunice entra en el sanatorio y decide proceder con su embarazo, anunciando finalmente que su bebé se llamará Alejandro.
Como pincelada casual se nos muestran unos pacientes que atraparon la enfermedad durante su odisea con las tropas en Angola. La película tiene lugar en 1993, poco antes del maleconazo y durante la primera etapa de la opción cero.
Boleto al paraíso no es una obra maestra. Las actuaciones son irregulares y la narrativa es bien convencional. El ritmo es a veces demasiado lento y a ratos aburre por previsible, pero tiene la virtud de mostrar un mundo poco explorado, que dice mucho más que diez arengas. Por otra parte, aunque desconozco cómo se nombran los personajes y cómo suceden las cosas en el libro, me pregunto si hay un doble sentido en que el personaje principal, el friqui irresponsable que decide que su mejor opción es una estancia breve en un lugar cómodo en un acelerado camino hacia la muerte, pensando que quizá ocurra un milagro y se descubra una cura, se llame Alejandro y que Eunice enfatice que su hijo se llamará Alejandro (un hijo que, dadas las estadisticas, apenas tendrá posibilidades de supervivencia si llega a nacer). Todos sabemos que Alejandro es el nombre del ídolo de Fidel Castro, que fue su nom de guerre y que así le puso a su primogénito, Fidel Alejandro. ¿Hay aquí un double entendre en el cual podemos leer entre líneas e imágenes que Fidel Castro es un inmaduro y un irresponsable, cuya larga ejecutoria nos entrega una generación que está muerta antes de nacer? En estas historias que convergen en el jardín de los alivios efímeros, todo delirio es posible.

Boleto al paraíso (Cuba-España-Venezuela 2010). Dirección: Gerardo Chijona; Guión: Gerardo Chijona, Francisco García y Maykel Rodríguez, basado en Confesiones a un médico, de Jorge Pérez Avila; Fotografía: Raúl Pérez Ureta. Intérpretes: Héctor Medina y Miriel Cejas, con actuaciones especiales de Luis Alberto García, Laura de la Uz y Alberto Pujol entre otros.
De gira actualmente por varios festivales de E.U.A. y disponible en DVD a traves de Kimabara Cinemateca Cubana.

Roberto Madrigal

Thursday, April 7, 2011

Swinging Guamá

Cuatro personajes en busca de una orgía sexual es la excusa que desata el argumento de Afinidades, largometraje con el cual hacen su debut como co-directores los actores Jorge Perugorría y Vladimir Cruz. Aunque todo no es tan simple como parece, el desarrollo de la trama es mas simplista de lo que pretende.
Néstor (Perugorría) y “su mujer” Cristina (interpretada por la actriz española Cuca Escribano), llegan a Guamá junto con Bruno (Cruz) y “su mujer”Magda (protagonizada por Gabriela Griffith en su debut cinematográfico), a pasar un fin de semana, que luego nos enteramos ha sido financiado por la española, ya que la película da a entender que Guamá es para uso exclusivo de turistas extranjeros. Néstor es el jefe de Bruno y trabajan en “una empresa que va a formar parte de una corporación extranjera”. El puesto de Bruno está en peligro y el objetivo en este viaje es complacer los deseos libidinosos de su jefe para conservar su trabajo cuando se haga la fusión de las empresas y poder asi no sólo conservar su puesto, sino disfrutar de los privilegios que en Cuba implica trabajar con extranjeros, entre los cuales está el devengar al menos parte del salario en dólares o euros y la posibilidad de “viajar al extranjero”. Al parecer, la única que desconoce la meta del viaje es Magda, quien es a su vez el principal oscuro objeto del deseo.
Cristina y Néstor se nos presentan como un par de perversos polimorfos y ésta rápidamente se lleva a Bruno a la cama. Aunque Bruno y Magda se enseñan como la pareja “ética” en este supuesto descenso a la degradación, él parece gozar sin mucho tormento de los favores sexuales de Cristina. Magda en cambio, es un cordero reticente y expresa su molestia e incomodidad con la manipulación de la que ha sido objeto. El resto de la película uno se la pasa viendo el torpe desarrollo de esta relación que culmina con la aceptación de Magda de sacrificar su inocencia por salvar el trabajo y el pellejo de Bruno, para al final ser la intérprete principal de una bacanal en la cual se involucran todos los personajes y ella es poseida por los otros tres personajes. A este “siniestro” climax se llega tras soportar diálogos y bocadillos rimbombantes matizados con reflexiones filosóficas dignas de un alcohólico de bodega, entre los cuales se perora sobre la libertad que “está sobrevalorada”, se hacen juegos de palabras ambiguos con “Cuba Libre” y se medita sobre el amor y la corrupción de los sentimientos. Bruno y Magda representan la inocencia nacional, los herederos de la utopía que ahora deben enfrentar a la colonizadora española, que asalta los genitales indígenas gracias a su superioridad económica y en contubernio con el nativo vendido y vicioso, el cínico que sólo cree en los valores materiales y en el sálvese quien pueda. El único bocadillo ingenioso lo susurra malamente Magda, cuando ha sido curada de una borrachera por Cristina, que primero usa el viejo remedio de ponerle hielo en la vagina y luego la inicia en una relación lésbica en la cual Magda se convierte en una participante cada vez más agresiva y suelta, cuando Cristina le dice que “las pingas están sobrevaloradas” y ella responde: “Como la libertad”.
Perugorría y Cruz extienden aquí la relación de Diego y David iniciada en Fresa y Chocolate (no por gusto el filme está dedicado “a Titón y Tabío”). Diego nuevamente posee a David al no sólo poseer a su “mujer”, destrozando asi su hombría cubana, sino en una secuencia en la cual Néstor-Diego penetra analmente a Magda y ésta simultáneamente da placer oral a Bruno-David, mientras ellos cruzan una mirada de entendimiento. Curiosamente, en las distintas interrelaciones del pastel sexual, ambos hombre besan a ambas mujeres y éstas se besan entre si, pero nunca los hombres se tocan directamente. Hay que respetar, al menos a nivel explícito,  el machismo cotidiano: “Lesbianismo sí, mariconería no”.
El problema es que las relaciones de los personajes no fluyen, el argumento se desarrolla pobremente, los directores neófitos parecen reproducir escenas de cuanta película han visto, entre ellas un momento almodovariano, remedando a cuando en Hable con ella, la trama se interumpe para escuchar a Caetano Veloso, que aquí se traduce en Omara Portuondo interpretando Demasiado, de Silvio Rodriguez (canción bastante floja que he leido fue escrita en el 2003 tras la Primavera Negra y que está llena de ambigüedades que pueden leerse como vagas protestas, que a la larga pueden justificarse diciendo que donde dije Diego...) y que tratan de alguna manera de vincular a la trama, lo cual hace el momento aun mas torpe. Para acentuar la “depravación” imperante aparece un camarero que cada vez que habla lo hace con un artificial tono de complicidad y que es además la imagen de la identidad nacional vendida, al disfrazarse de bucanero en su necesidad servil de complacer los estereotipos mentales que los “extranjeros” tienen de nosotros. La Ciénaga de Zapata como trasfondo deviene en la metáfora de la venganza del imperialismo. Molesta también el tono maniqueo de la narración que presenta algo tan viejo como el swinging como un espectáculo de decadencia burguesa y que además salpica la trama con pedestres referencias freudianas. Los personajes a su vez, están incompletos o pobremente desarrollados. Se supone que Bruno es un “fisico teórico” y nos lo presentan siempre haciendo referencias obsesivas a términos cientificos, pero éstos no son más que viejos clichés de tecnologismos “pop”, al estilo de los que Carl Sagan puso en marcha en los años 70 (de nuevo el cine cubano a la zaga), con citas tan profundas como: ¿Sabes que en una gota de agua hay más moléculas que en todas las galaxias juntas?”. Néstor por su parte, carece de matices, es un hombre ahogado en su cinismo.
El guión se basa en la novela Música de cámara, del muy laureado escritor Reinaldo Montero, quien cuenta con premios de la critica nacional,  la Casa de las Américas y el Juan Rulfo, entre muchos otros, por su narrativa, su poesía y sus obras de teatro. No conozco la novela y de Montero sólo poseo La visita de la Infanta, novela de la cual no he podido pasar de la página 20, en realidad no porque sea un mal libro ni esté mal escrito, sino porque no ha captado mi interés, asi que no sé si echarle la culpa de este desastre argumental a Montero o a Cruz. La fotografía de Luis Najmías Jr. (La edad de la peseta, Tres veces dos), que aquí debuta como director de fotografía, es poco inspirada y la música compuesta por Silvio Rodríguez es una caricatura cursi de Bacharach. Las actuaciones de Perugorría y Cruz son muy malas, todo siempre dicho con el mismo tono de voz y sin expresión corporal; a Gabriela Griffith se le perdona que en su primera aparición ha tenido la mala suerte de ser dirigida por dos principiantes. Cuca Escribano resulta, por comparación, una Meryl Streep, aunque para dar vida a su personaje confunde hiperactividad con vitalidad y pujos con chistes. Su personaje parece un payaso obsceno.
En resumen, un tratamiento timorato y blanquinegro, de un tema trillado y de una realidad a la cual se le teme, que pudo ser atrevido, pero se limita a ser la protesta de los secuaces.

Afinidades (Cuba-España 2010). Dirección: Jorge Perugorría y Vladimir Cruz; Guión: Vladimir Cruz, basado en la novela Música de cámara, de Reinaldo Montero. Fotografía: Luis Najmías Jr; Dirección de arte: Derubín Jácome; Vestuario: Diana Fernández; Musica: Silvio Rodríguez. Intérpretes: Vladimir Cruz, Jorge Perugorría, Gabriela Griffith y Cuca Escribano. Disponible en DVD a través de Kimbara Cinemateca Cubana.

Roberto Madrigal

Sunday, April 3, 2011

Padura o la antimemoria de la estrella solitaria

por Nicolás Lara

Al poeta Rogelio Fabio Hurtado
A la hacedora de videos Lia Villares
A la politóloga Gema León

Hay que ser Trotsky para no rendirse.
Bukharin en los juicios de Moscú, 1938


OM, OM, OM, OM, OM...
Sonido de la legendaria India, que se hizo famoso aquí en los Estados Unidos de América cuando la época de la Beat Generation, con Allan Ginsberg y Jack Kerouac, también llegó como llegan todas las cosas a la antigua Perla de la Corona Española: La siempre fiel Isla de Cuba.
Hay toda una serie de nombres relacionados y no relacionados que voy a tomarme el atrevimiento de mencionar. Esos nombres son: Leonardo Padura, escritor cubano muy mencionado en estos días, que tiene un libro sobre el asesinato de León Trotsky titulado El hombre que amaba a los perros. El Generalísimo dominicano-cubano Máximo Gómez. Nuestro poeta y Buda fundador
de la nacionalidad, José Martí. El escritor español relativamente joven Javier Cercas, que tiene un libro titulado Soldados de Salamina, y algunos otros más que irán apareciendo a su debido tiempo.
Toda esa mescolanza que alguien pudiera pensar es parte de nuestro ajiaco, quiero relacionarla con lo que quiero decir sobre el libro de Padura. Libro realmente importante sobre la vida de Trotsky, la persecución de Ramón Mercader, la conspiración stalinista, etc. Decir algo sobre
eso sería como repetir lugares comunes.
Quiero referirme a lo que este libro no menciona, a lo que a mi modo de ver le falta, y aquí aparece Máximo Gómez. Vamos a ver por qué. Todo el mundo sabe que Martí recaudó centavo a centavo el dinero suficiente para el último intento  de poder liberar a Cuba de España. Que reunió a generales que a pesar de que muchos de ellos se odiaban entre sí (poniendo el ejemplo típico de Antonio Maceo y Flor Crombet) y los convenció de participar. Que desembarcó junto a Máximo Gómez en un lugar totalmente desolado del Oriente de Cuba. Todos sabemos que Martí llevaba un diario, que se hizo público mucho después que muriera en Dos Rios. Pero a ese diario por una razón que se ha especulado mucho, Máximo Gómez le arrancó algunas páginas, se supone que fueron tres. ¿Qué decían esas páginas? El Generalísimo, pienso yo, diría a sus íntimos que en ese momento por razones de Estado o por razones de la Guerra, o por no poner en peligro la unidad, o porque Martí dudaba de la calidad moral de algunos generales, o tal vez dudaba del mismo Máximo Gómez. Eso ha quedado en la duda. Hay quienes especulan que hoy en día esas páginas las tiene guardadas en una caja fuerte el historiador de La Habana Eusebio Leal, yo no lo creo, esas son leyendas.
¿Cómo ese gesto de Máximo Gómez hace tantos años atrás se une al de Leonardo Padura? El
escritor de Mantilla, el hombre sabrosón según él mismo se describe; mulato que no sabe que es
mulato; que ya era famoso por sus novelas detectivescas con su investigador Conde, el que más que resolver crímenes y enigmas, muestra el verdadero paisaje de la Cuba actual, la Cuba de después del 59. Si Máximo Gómez arrancó las páginas del diario de Martí, Padura dejó de escribir, y si las escribió también arrancó y lanzó al fuego las páginas del Trotskysmo en Cuba.
Todo está en su libro sobre Trotsky. Cómo pierde el poder, Cómo es deportado a Turquía.
La campaña de Stalin contra él, Cómo lo empiezan a perseguir. Cómo le empiezan a exterminar la familia. Cómo van preparando a los asesinos. Los amores de Trotsky con Frida Kahlo y antes de ella con la hermana. Las desavenencias dentro del Movimiento Trotskysta Internacional que se ha dado en llamar La Cuarta Internacional. Todo eso está contado con un rigor de detalles con una precisión impecable. Pero acerca de como estó influyo en Cuba ni una línea. Lo único que aparece es que años después de haber sido liberado de la carcel mexicana, el asesino pasó por por Cuba rumbo a Checoslovaquia con destino a la Unión Soviética para ser condecorado como Héroe de la Patria Socialista y que después regresaría a trabajar en Cuba.
A partir de aquí la página cubana de la novela histórica se convierte en una ficción, alguien que descubre en una playa un hombre con unos perros a los que ama y que en la medida en que van haciendo confianza este hombre va revelando cosas. Pero, ¿hubo o no hubo o hay un movimiento Trotskysta en la Isla? A ésto es a lo que yo quiero referirme. Porque por supuesto el Trotskysmo como todo llegó a “la siempre fiel” y se arraigó allí fuertemente.
Se supone que José Antonio Mella, uno de los fundadores del Partido Comunista, fue asesinado en México bajo órdenes precisas del tirano Gerardo Machado y Morales según muchos dicen y repiten. Sin embargo hoy hay investigaciones que desmienten esta tan repetida explicación de su muerte, y aquí entra la posibilidad de que las posiciones de Mella, que era bastante librepensador dentro del Movimiento Comuista Internacional de la época, se estaban acercando a lo que se dió en llamar la Oposición Obrera, incluso se especula que su amante Tina Modotti habiasido un señuelo o anzuelo para asesinarlo. El tiempo y los historiadores tienen la palabra, pero esto
no se menciona en el libro.
Tampoco se menciona que Sandalio Junco, un negro panadero, que fue dirigente del Primer Partido Comunista, que fue amigo de Martínez Villena, que inclusive estuvo con él en la Unión Soviética y que allí empezó a tener contacto con los Trotskystas fue asesinado en los años cuarenta.
La participación de los Trotskystas en la lucha contra Batista en la clandestinidad o en la Sierra Maestra, que se menciona en el libro del Che Guevara Pasajes de la Guerra Revolucionaria, en el capítulo titulado Una reunión decisiva refiriéndose a una reunión del 26 de Julio en plena Sierra Maestra el 3 de Mayo de 1958 en el Alto de Mompié, convocada por Fidel Castro después del fracaso de la la Huelga de Abril, en donde se plantea la toma total del poder por Fidel Castro tanto del llano como del monte. En esa reunión, según relata el Che, participó un conocido trotskysta Ñico Torres dirigente de La Hermandad Ferroviarria de Guantánamo y todos sabemos que Guantánamo era el centro de mayor actividad Trotskysta en Cuba,esto tampoco es mencionado por Padura.
Tampoco aparecen en el libro las polémicas que hubo en el año 1964 sobre la gestión
económica donde el país se dividió (cuando me refiero al país estoy hablando de la alta jerarquía)
en dos tendencias, la tendencia del Che desde el Ministerio de Industrias y la tendencia de Marcelo Fernández y Alberto Mora, desde El Banco Nacional de Cuba el primero y el Ministerio de Comercio Exterior el segundo. Como ninguno de los tres tenía un gran caudal intelectual sobre el tema acudieron a asesores extranjeros. El Che Guevara buscó, o le buscaron, a Ernest Mandel
dirigente de la Cuarta Internacional Europea, que preparó parte de los escritos del Che y defendía la gestión estatal, o sea, la línea dura en la economía. La otra parte la de Marcelo Fernández y Alberto Mora, los dos desaparecidos, el primero murió de muerte natural y en el caso del comandante Alberto Mora por suicidio, buscó a Charles Bettelheim un pro soviético de origen francés. El Che, que habá tenido algunos trotskystas trabajando en el Ministerio de Industrias, mientras estuvo en Cuba los protegió hasta un punto.
Acerca del periódico de los trotskystas que se llamaba en su última etapa La voz proletaria que apareció en la Isla por los años cuarenta y que salió al menos hasta 1964 no hay una sóla referencia.
En los primeros años del gobierno de Fidel los trotskystas habían sido acusados de ser agentes indirectos de la Agencia Central de Inteligencia, por promover una campaña para tratar de
ocupar la Base Naval de Guantánamo y que las autoridades cubanas pensaban podía ser una
provocación para que los norteamericanos invadieran Cuba. Se especula que en ese movimiento
Trotskysta de aquellos años figuraba Pablo Díaz que había sido expedicionario del Granma.
Años después acercándonos al nuevo siglo apareció como si fuera un reality show personal y
tuvo mucho éxito internacionalmente la hija de las figuras históricas Armando Hart Dávalos y Haydeé Santamaría, esta última se suicidó en los días del éxodo de la embajada del Perú. Ella, Celia Hart Santamaría, se presentaba como Trotskysta y empezó a viajar y a dar conferencias. Era militante del PCC y cuando murió junto a su hermano en un accidente automovilístico en la 5ta. Avenida estaba en una condición no de expulsada sino bajo una figura que es como desvinculada. Ella escribió muchas cosas, en la internet hay muchos sitios del Trotskysmo sobre todo en Argentina donde aparecen sus textos. Ella tenía una posición por supuesto anti-soviética o más bien antistalinista, anti-PSP (Partido Socialista Popular) que según ella eran los representates del Stalinismo en Cuba. Celia trataba de conciliar la Revolución  Cubana de Fidel con el trotskysmo coincidiendo con una de las corrientes que hay dentro del mismo, porque hay otra corriente que tiene adherentes en México y Europa que no reconocen a la Revolución Cubana como un proceso realmente marxista sino que la reconocen como una dictadura unipersonal que utiliza la fachada del marxismo para buscar un poco de legitimación.
Saltando un poco porque en definitiva no soy un crítico y escribo un poco como dicen que
estaba organizada la biblioteca de Balzac, bastante desordenada, hubo un amigo de Fidel que cuando éste y su grupo atacaron el cuartel Moncada mandó un telegrama apoyando la acción del amigo. Ese hombre era un abogado negro que había sido compañero de aula en la Escuela de Derecho de Fidel Castro y era militante de la Juventud Socialista. Ese gesto provocó la ira de aquel partido de aquella juventud que por supuesto en aquellos años eran pro-soviéticos y en un documeto lo acusaron de todos los crímenes y horrores posibles y lo expulsaron. Uno de los firmantes de aquel documento fue Luis Más Martín quien tiempo después cuando el Partido aceptó en el año 58 la tesis de que la caída de Batista sólo se iba a producir mediante la lucha armada lo enviaron a la Sierra Maestra y en el año 59 bajó con los grados de capitán. Según cuentan algunos Más Martín estaba arrepentido de haber firmado aquel documento y a partir de entonces trató, sin enfrentarse directamente al sistema, de ser lo más liberal posible dentro de los límites que el paisaje político en aquella época permitía , y cuando lo nombraron director de Radio Rebelde trató de instrumentar esa política, trató de alejarse de su propio pasado, de aquel hombre que como dirigente de la Juventud Socialista en la Universidad de La Habana había firmado aquella expulsión de Walterio Carbonell y de aquella campaña en su contra como trotskysta. Es bueno aclarar que en aquel momento Walterio no era trotskysta, lo sería después dentro de la línea europea, y que fue amigo personal de Mandel.
Uno de los gestos de Más Martín fue darle trabajo a gente talentosa que se consideraban problemáticos: Orlando Aloma, poeta y crítico literario que había tenido que dejar la secretaría de la Revista Casa de las Américas por diferencias insalvables de carácter ético con Fernández Retamar. Jesús Suárez Suárez profesor de química y ajedrecista que no era bien visto por ser católico, y Manuel B. López (hijo de un destacado poeta) y que había tenido problemas por ser amigo de Allan Ginsberg.
Tal vez como dirían en los años ochenta algunos curadores de las artes plásticas, lo de
Padura fue una negociación con las instituciones. Yo digo hasta aquí para que tú me permitas y dejo de decir hasta aquí para que me permitas. A Padura le interesaba más el libro que entrar en el tema del Totskysmo en Cuba algo que ya era de por si bastante peliagudo. Tal vez alguien dirá que ese no es el objetivo de este libro y entonces sería bueno recordar que a esta mujer le pica el chocho. En España chocho se refiere al sexo femenino, bollo, y eso lo dice no Nicolás Lara o Nikoleto Von Lara sino lo dice una muchacha, personaje de una novela de corte histórico que se llama Soldados de Salamina escrita por Javier Cercas y que fue llevada al cine. La muchacha le dice “chico qué manera de picarme el chocho” mientras él le está explicando en una mesa que va a hacer un libro sobre un hombre que fusilaron en los días finales de la República Española, un fascista, un falangista. Ella le dice que por qué va a hacer un libro sobre un fascista que por qué no hace un libro sobre García Lorca y él le dice que no, que el quiere hacer un libro sobre el fascismo.
Padura eligió, diría él, tal vez para contestarme a mí, no escribir sobre Sandalio Junco, sobre
Mella, sobre la duda de Más Martín sino que decidió escribir nada más que lo que escribió. Pero eso que escribió y no piensen mal por lo que voy a decir, coincide con un abogado de origen campesino llamado Fidel Castro que antes de sufrir la enfermedad misteriosa que tiene (digo misteriosa porque según la propia prensa cubana es un secreto de estado), en un discurso en la Universidad de la Habana en la conmemoración de los 50 años de su ingreso a la Escuela de Derecho, atacó el pacto del antiguo Partido Comunista o Socialista Popular con el primer gobierno de Batista, allí dijo que eso había sido innecesario, que había sido un error. Cuanta gente de mi generación en Cuba fueron a la cárcel y algunos hasta fueron fusilados por sacar ese detalle, por decir que la Revolución que era cubana como las palmas no debía haber tenido ese contacto con los comunistas. Después de ese discurso de Fidel, y ahí la coincidencia del libro de Padura, lo que ha pasado mal en Cuba se debe a la influencia sovietica, de una Unión Sovietica que ya no existe. Hace poco Fidel que ha logrado salir de la enfermedad y que ahora ya con más de ochenta años se dedica a escribir, en una reflexión hablando del libro La Victoria Extratégica al hacer referencia a cómo las tropas rebeldes vencieron al ejército de Batista, tiene como una toma de conciencia y habla de Sorí Marín uno de los primeros abogados que sirvió al Ejército Rebelde y que fué jefe de su departamento jurídico con los grados de comandante, que tuvo que firmar muchas penas de muerte en plena Sierra Maestra y que después en el año 59 encabezó los jucios contra aquellas personas que habían sido acusadas de excesos en la represión en la lucha contra Batista y que como todos sabemos fue ministro de agricultura. Sorí Marín se distanció porque según dicen algunos historiadores no conocía el alcance de la llamada Reforma Agraria y empezó a conspirar y se fue y descembarcó meses antes de Playa Girón. Fidel cuenta que al desembarcar en la provincia de la Habana lo hieren y él va a verlo al Hospital Militar y dice que Sorí Marín le plantéa que estaba arrepentido y que había venido a entregarse. Según Fidel él llamó a la seguridad y le dijeron que no, que ese era un individuo que venía con un cargamento de
armas, que era un hombre de la CIA, un cuadro que venía a unificar todos los grupos contrarevolucionarios. Bien, Fidel plantea que Sorí Marín no le había dicho toda la verdad, que si
hubiera dicho la verdad no lo hubieran ejecutado. Dicho así es una cosa conmovedora, pero si uno
indaga quién era el jefe de la seguridad en aquella época, era Isidoro Malmierca que fue dirigente de la Juventud y después del Partido. O sea, que cuando se vaya a escribir la historia, Fidel recibió una información, ¿de quién? De la KGB cubana, ¿de manos de quien? De un destacado dirigente comunista del PSP. O sea, el rey no sabía, Catalina la Grande no sabía lo que había hecho el príncipe Potemkin. El príncipe Potemkin donde habia miseria pintaba palacios y ella pasaba y decía “la monarquía avanza.”
Por eso el libro de Padura, que debo decir que lo pude leer a pesar de mi miseria en Nueva
York gracias a Roberto Madrigal, repito es un buen libro, un excelente libro que yo he
disfrutado, pero tiene ese detalle. Tal vez si hubiera sido escrito como la Biblia, como la Odisea,
como la Iliada, como En busca del tiempo perdido el libro de Padura vuelvo y repito el mulato
bonachón, el hombre de Mantilla, que juega dominó, el hombre que dice que al ser publicado el
libro en Cuba y al ser presentado durante la Feria del Libro en los fosos de la Cabaña es un símbolo de que el país avanza, vamos a ver si es así, y quien sabe si a lo mejor, pienso yo, cuando cambie un poco la realidad histórica de este momento, en una segunda edición aparezca lo que le falta del Trotskysmo en Cuba.

Nicolás Lara (La Habana 1943) es escritor y artista plástico. Reside en Nueva York.